DEFORMACIONES DE LA PRÁCTICA ANDRAGÓGICA Y LA TEORÍA CONSTRUCTIVISTA
DEFORMACIONES DE LA PRÁCTICA ANDRAGÓGICA Y LA
TEORÍA CONSTRUCTIVISTA
Las ventajas de las prácticas andragógicas y las constructivistas son
evidentes, pero es necesario advertir sobre algunas desviaciones que
podrían poner en peligro su intencionalidad primera.
1)La práctica andragógica y constructivista no debe confundirse con
una “libertad académica absoluta” (libertinaje, anarquía del proceso de
aprendizaje). La práctica educativa no es anormativa, debe existir una
planificación del proceso que incluye el respeto a los acuerdos asumidos.
No podemos escudarnos en la andragogía y el constructivismo para ser
irresponsables: el alumno con formación andragogica no realiza las
actividades educativas sin orden, sin normas, sin considerar el respeto al
docente o a la institución educativa. La absoluta flexibilidad no existe: el
alumno se evalúa objetivamente y no se sobre evalúa.
2)La teorías andragógica y constructivista tampoco pueden ser el
discurso legitimador de la comercialización y pragmatización de la
educación. Es decir, la masificación de la promoción de cursos, talleres,
sin soportes académicos. Sin un sentido, no sólo de la utilidad individual
sino de la pertenencia con la realidad social y con el compromiso de
transformación.
Estamos conscientes, tal como lo señalan los Doctores Briceño y Llano
de la Hoz (1985), que “tanto la pedagogía, como la andragogía, están
obligadas a aceptar el recto que implica la adopción de las nuevas
tecnologías” (p130). Pero, -como advertimos al principio- no puede ni
debe mitificarse la tecnología, ni la información: el primero es sólo un
qué responde el constructivismo a la pregunta ¿para qué se conoce ?,
¿qué pertinencia tiene lo que se aprende con la realidad del sujeto
aprendiz?. La educación no es neutra como pretenden enmascarar los
cientificistas de la educación. La educación es un proceso político y social.
Así lo señala Delval (1997):
“Los objetivos de la educación son, pues muy distintos y mucho más
amplios que los del constructivismo (...) pero esos fines están dictados
por necesidades sociales y no por teorías científicas. En cambio, el
constructivismo trata de hacer explícitos los procesos que llevan a la
construcción del conocimiento y no proscribe nada acerca de cómo o
qué debe enseñarse”. (p.83)
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medio que agiliza, abarata el proceso, el segundo no es conocimiento, es
sólo una parte.
Cuando se usan categorías propias del área administrativa y gerencial
con relación a la educación y se hace uso indiscriminado y además
magnificamos las nuevas tecnologías pudiéramos erróneamente confundir
el sentido original de la educación como proceso de formación para la
vida digna, sólo con el propósito utilitario de la educación que es válido
pero no suficiente. Además, no podemos desligar la teorías andragógica
y constructivista con la realidad de América Latina, su historia, cultura,
posibilidades y debilidades, es decir, una teoría educativa para
Latinoamericana debe, antes que todo, levantar la estima, promover la
formación de un pensamiento no imitativo- reproductivo, no convertirnos
en simples operadores y consumidores de información que poco es
pertinente a nuestra realidad, sino como lo señaló Simón Rodríguez,- sin
duda iniciador de la teoría y la práctica andragógica a nivel mundial, sin
que esta aún hubiera nacido formalmente- “El Americano debe ser original,
como original es su condición natural”. La andragogía y el
constructivismo deben ser una práctica libertadora y no una práctica que
nos encadene aún más al engranaje de la dependencia económica,
tecnológica y cultural.
La andragogía y el constructivismo no deberían ser una corriente más de
la educación, representan una reinterpretación de la práctica educativa,
son ciencia, arte, investigación, que buscan rescatar la figura activa del
alumno. La estrategia de aprendizaje, los contenidos, la evaluación, son
distintos a la tradicional práctica pedagógica que es unidireccional y
vertical en su administración por parte del docente y la institución. Ambas
teorías parten por rescatar la subjetividad del alumno en el proceso de
aprendizaje: necesidades, expectativas, capacidades, experiencias. No son
libertinaje académico, el andragogo es un adulto, no sólo
cronológicamente, sino más aún en el sentido de la responsabilidad y la
capacidad de autogestión.

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